¿De qué trata el Documental “Luca” de Rodrigo Espina?
Luca
2007. 90 minutos.
Dirección: Rodrigo Espina
Producción: Marcelo Schapces, Aníbal Esmoris
Fotografía: Atahualpa Rojas Bermúdez
Edición: Alejandro Soler
Es muy impresionante ver Luca, el film de Rodrigo Espina, entre otras cosas porque es muy impresionante ver a Luca, de apellido Prodan, nacido en Roma en 1953, muerto en Buenos Aires a finales de 1987, comandante de una de las experimentos más todo que pueda acreditar el rock local. Empecemos por decir que la idea de “rock local” es complicada de aplicar a Luca y a su grupo, Sumo, y eso hace de la experiencia de repasar esa vida a través de ésta película una experiencia mucho más cercana a la ciencia ficción que al documental.
La película de Espina acierta en casi todo lo que se propone, incluso cuando pierde por el camino a algunos de los compañeros de banda de Luca, que se negaron a aparecer en la película (y clausuraron también la posibilidad del uso de la música de Sumo). Termina siendo, casi, un acto de justicia poética: la mezquindad no merece compartir pantalla con una historia grandísima, en la que ciertos personajes son poco más que polizones. Luca cuenta el nacimiento de Prodan en Italia, la educación en Escocia producto de la obstinación de un padre inclemente, la llegada a Argentina escapando de Europa y de las drogas, los años de Sumo y las huellas que el italiano porteñizado dejó aquí y allá. Hablan familiares, amigos, compañeros y amantes. Cada uno, como debe ser, aporta una pieza de un puzzle que jamás podrá ser completado, y acaso sea esa la belleza del asunto.
Mientras el metraje del film avanza, mientras una versión de Luca se va levantando de esos materiales reunidos por el director, el asombro crece al ritmo del relato. “Asombro” porque una persona así haya podido existir, y además haya dejado marcas entre nosotros; porque haya sido, de alguna curiosa manera y seguramente a su pesar, un tipo de profeta de esos que jamás hemos vuelto a ver y que quizás nunca más veamos/escuchemos. Sofisticado y salvaje hasta límites inauditos, Prodan se construyó a sí mismo como hijo de una época que hubiese preferido ser estéril, y lo más sorprendente de todo es que logró, además, inocular con esa energía al basto (que nunca vasto) rock nacional.
Ahí es donde la película se transforma en un relato de ciencia ficción: habla de un pasado que conocemos pero que cuesta cada día más recordar, en tanto el contraste con la opacidad del presente lo hace cegador. Luca fue un engarce, la joya de alto quilataje de una corona de latón. Hace falta mirar alrededor, salir al Abasto hoy, bajar por la calle Alsina hasta Paseo Colón, tolerar un rato de la FM Mega, chequear la batea de novedades de una disquería (en caso de que se pueda encontrar alguna), para que se produzca la experiencia multidimensional de Luca Prodan, y no sólo para tomarle el pulso a la ausencia, sino para, por sobre todas las cosas, ponderar lo que fue su presencia: pudo florecer aquí, rodeado de lo que estaba rodeado, viviendo con quienes estaba viviendo, creando a pesar de todo.
Luca (la película) se enfrasca en el personaje y tiene con qué. No hay modo de reprochárselo. El fuera de campo, monstruoso, no es su problema; su problema es cómo se captura a un fantasma, y eso lo logra con oportunos bloques temáticos, con un uso desprejuiciado de registros vocales del propio Prodan (a veces cantando, otras hablando; a veces en inglés, a veces en castellano; siempre borrando los límites entre todo eso) y con personajes perfectos, empezando por la madre de Luca y su hermano Andrea, y siguiendo por el compañero de colegio que le abrió las puertas de Argentina, Timmy McKern (luego manager de Sumo). Incluso el hecho de no haber podido usar la música de Sumo le agrega a Luca una dimensión insospechada: la libertad derivada de, como le hubiese gustado al propio Prodan, pasar de los himnos. La heroína en Luca no es una canción coreada con un encendedor en alto; es un peligro y un alivio y un monstruo.
El Luca de Luca no es un santo, no es un mártir, no es desmesurado, no es un adicto quintaesencial, no es una maqueta. El Luca de Luca es ese tipo que sabía qué era la vida pero no sabía muy bien qué hacer con ella, cómo usarla sin que se rompa, cómo ser sabio fuera de los límites de las canciones. El Luca de Luca es ese tipo que se la pasó escapando, de aquí, de allá, de todas partes, y que lo hizo tan bien que todos nosotros nos quedamos muy pero muy atrás, mirando con la boca abierta, preguntándonos si existió o no semejante personaje. Por fortuna y contra tantos indicadores lúgubres, un puñado de discos fuera de serie y ésta película certifican que sí, que no hay por qué dudarlo: fue un ovni, pero en algún momento aterrizó aquí.
Próximos documentales:
Sábado 5/9. 18:00 horas. Luca de Rodrigo Espina
Sábado 12/9. 18:00 horas. Tinta Roja de Carmen Guarini y Marcelo Céspedes
Entrada: Gratis con la entrada a Margen del Mundo.