Cuánto soportará el Gobierno el lastre de Boudou?
¿Cuánto tiempo puede durar un gobierno, sin soportar una grave crisis política, con un vicepresidente en ejercicio procesado y acusado de un gravísimo delito como el de recibir coimas? Un analista avispado y optimista respondería: puede durar todo lo que quiera, siempre y cuando se asegure que una noticia más impactante y actual tape a la del procesamiento. Pero sería un análisis superficial. Porque el Mundial de Brasil, aunque el seleccionado argentino le gane al local, en el Maracaná en tiempo de descuento, terminará, de manera indefectible, el domingo 13 de julio. Y el lunes 14 la inflación seguirá impactando en el bolsillo, la recesión se hará un poco más palpable y el miedo a perder el trabajo volverá a aparecer, como una preocupación esencial, en casi todas las encuestas cualitativas.
¿Y qué otra noticia gravitante podría servir para quitar de la agenda, aunque sea por un tiempo, el escándalo de Boudou? Algunos cerebros del Gobierno consideran que sólo una intensa pelea política contra los fondos buitre les podría conceder ese tiempo de respiro que tanto necesitan. El problema de esta iniciativa es hasta dónde la administración nacional está dispuesta a “forzar la máquina”. Hasta ahora, el juego del gato y el ratón con el juez Thomas Griesa está resultando relativamente bien. Desde la comunicación oficial, se pretende transmitir la sensación de que “el proyecto nacional y popular” no se va a poner de rodillas ante el juez y los holdouts. Desde la práctica, parece cada vez más claro que la Argentina se sentará a negociar y que terminará pagando al 7% de los acreedores que no ingresaron en la reestructuración de la deuda. Cuánto, cuándo y de qué manera, todavía está por verse.
Los mercados y los negociadores parecen diferenciar de forma muy clara el cacareo de los gestos tangibles. Las pintadas contra el imperialismo en las paredes, de la voluntad real de sentarse primero a pactar y enseguida a pagar. Por lo tanto, la idea de reemplazar el proceso contra el vicepresidente con la guerra virtual contra Griesa y los fondos buitre, desde el punto de vista de la comunicación política, también parecería tener patas cortas. Es más: lo que se viene, lo que se impone, lo que parece inevitable, es que los medios críticos les sigan sacando el jugo a los aspectos más sorprendentes de los juicios contra Boudou. Sólo para dar un par de ejemplos: cualquier colega, veterano de Comodoro Py que haya leído las 333 fojas del procesamiento firmado por Ariel Lijo coincidirá en destacar la cantidad de evidencias que, según el juez, parecen condenar al vice. Y cualquiera que las haya leído con detenimiento también coincidirá en que se trata de un material periodístico invalorable y de alto impacto.
Sólo el 10% de la declaración indagatoria que le tomaron a Guillermo David Reinwick el pasado 12 de junio podría ser parte de una trama de una película de suspenso. Allí, el yerno de Nicolás Ciccone cuenta con lujo de detalles las amenazas de José María Núñez Carmona, socio de Boudou y uno de los más complicados en el escándalo. Lijo primero las describió de manera casi didáctica. Pero después eligió transcribir la última parte de manera textual, para hacerla más intensa. Vale la pena detenerse en ella. Reinwick le contó al juez que hace poco más de un año Núñez Carmona lo citó en una pizzería, llamada Cala, que queda en una esquina frente al Club Atlético San Isidro (CASI). Que minutos después, como la pizzería estaba cerrada, Núñez le propuso que se vieran en un café “que estaba en la Marina”. Reinwick explicó que cuando llegó al lugar se encontró con el café de la Marina también cerrado y que entonces recibió al mismo tiempo una nueva llamada del socio del vicepresidente, quien le pidió que siga caminando hacia el “pasillo de los barcos” hasta toparse con el último. Reinwick relató que no bien entró al barco, Núñez lo empezó a amenazar. Pretendía que firmara unos papeles para hacerse cargo de la titularidad de The Old Fund y que no siguiera hablando “de más” para que no quedara la sensación de “que quería voltear a un presidente”. El empresario gastronómico sostuvo que Núñez lo amenazó así: “Te lo voy a decir clarito; yo voy a tu casa de Pacheco y le meto un tiro a un hijo tuyo. Vos tocás al vicepresidente, y yo le meto un tiro a un hijo tuyo”. Reinwick testimonió que se dio vuelta, oyó que Núñez lo seguía y que, en ese momento, lo único que esperó es que le pegara un tiro.
Pero eso no es todo. Como tampoco la causa ex Ciccone es el único problema que tiene Boudou. Porque Lijo también tiene en sus manos la denuncia por enriquecimiento ilícito contra el mismo vice, y los periodistas que conocen parte del expediente dicen que parece tanto o más sustancioso que el de la imprenta que la Presidenta decidió estatizar. ¿Qué gobierno podrá evitar que la comparecencia casi constante de Boudou en los tribunales de Comodoro Py se transforme en una saga insoportable, incluso peor que la del ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime, o la ex superfuncionaria de Carlos Menem, María Julia Alsogaray? Al vicepresidente, en público, casi nadie lo defiende. Los influyentes Carlos Zannini y Máximo Kirchner ya le dijeron a la Presidenta que el desgaste cada vez será mayor y que habrá un momento en que se tornará irreversible.
A todo el Gobierno le preocupa cada vez más que se alimente la conjetura de que la jefa del Estado estaba al tanto, incluso, de los detalles más oscuros del negocio. La teoría de Cristina que sugiere que no debe entregar a su compañero de fórmula porque después irán por Ella es tan discutible como la idea de tapar una mala noticia con otra más ruidosa y “convocante”. Si tuviese bien aceitados sus canales de diálogo con los jueces federales más veteranos de Comodoro Py, si conociera un poco a los cuatro o cinco que marcan el ritmo de las investigaciones, sabría que a Ella también la están esperando. Y que la posibilidad de que la empiecen a investigar a fondo no depende de la suerte de Boudou, sino de lo prolija que haya sido con su firma y de la voluntad política del magistrado en cuestión.
El fuerte cambio de clima comenzó, precisamente, cuando Boudou logró apartar de la causa al juez Daniel Rafecas, al fiscal Carlos Rívolo y obligó a renunciar al procurador general Esteban Righi. La tormenta que se destapó a partir de entonces en Comodoro Py fue un aprendizaje que ningún fiscal o juez federal olvidará jamás. Algunos de ellos se juramentaron impedir que los humillen y los avasallen, de por vida.
La resistencia activa de quienes se oponen a que José María Campagnoli sea desplazado de su cargo no debería ser subestimada ni por la Presidenta ni por su mesa chica. Hay un clima muy favorable para la creación de un Mani pulite y una Conadep de la corrupción. Sostener a Boudou en medio de semejante tormenta no sólo parece ingenuo, sino también suicida.
Publicado en La Nación